"Quizá los animales están más adelantaos que los japoneses y que nosotros"
Silvio

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jueves, 2 de diciembre de 2010

A veces lloro


Dicen que el hombre llora, de media, 17 veces al año.

Dicen que la esperanza media de vida de un hombre en España es de 76,97 años.


Yo lloro. Imagino que estos datos no incluirán las lágrimas cebolleras ni las de la viga en el ojo. Tengo 1308,49 llantos que gastar. ¿Cuántos habré gastado ya? Supongo que gran parte de ellos se me fueron en los primeros años de vida... Me pregunto cuántos me quedarán.

Yo lloro. Una canción, una noticia, un recuerdo, un dolor... así hasta 17 veces al año, supongo. Lloro escribiendo, lloro escuchando una canción, lloro en el coche, absorto en mis pensamientos, lloro cuando me acuerdo de él, lloro, a veces, cuando pienso en ella.

Es una línea muy delgada la que separa la tristeza de la felicidad, el dolor de la alegría, la impotencia de la fuerza. Pocas veces pensamos en ello. Una línea que te pasas la vida cruzando una y otra vez. Una línea discontinua, de esas con flechitas pintadas, marcándote que debes regresar a tu camino. Y en el trayecto, lloras. Luchas por continuar tu marcha, pero la vida no es recta. En el camino vas cambiando de carril: unas veces esas flechas te enseñan lo duro que es vivir y te obligan a empujones a deglutir la realidad y en otras ocasiones te llevan al otro lado, te recuerdan lo maravilloso que es sentirse vivo y te invitan a disfrutar del camino. Estas últimas, probablemente un par de puñados de las 1308.49, compensan las otras mil y pico.

Estos días la línea se cruza con frecuencia. Ayer lloré, una vez más al acordarme de él. Al pensar en cómo sería que estuviera aquí, al pensar en cómo se sentiría silenciosamente orgulloso... Pero sé que ese no es el carril que debo ocupar y la flecha me llevó casi instantáneamente de vuelta, con un dulce vaivén, a mi carril, sin dejar de llorar pero ahora sonriendo, exactamente como ahora mismo... porque ¿hay algo comparable a llorar de alegría? No, decididamente no lo hay.



1 comentario:

  1. Vicente, no importa tanto el carril que se ocupa como la dirección que se lleva. La tuya es casi siempre la adecuada, en gran medida, gracias a "él".

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